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Salas del Alcázar

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Salón de carruajes  

Este espacio se destinó, en otros tiempos, para cochera o salón de carruajes del Castillo. La sala sirve ahora también como ingreso al Alcázar y está flanqueada por dos murales de Antonio González Orozco: Entrada triunfal de Benito Juárez al Palacio Nacional acompañado de su gabinete (1967) y Juárez, símbolo de la República contra la Intervención Francesa (1972). Entre las piezas también destaca una Calesa marca Bindeer R. Ducolisee utilizada por Benito Juárez en su peregrinar por varios estados del país durante la intervención francesa y el segundo imperio mexicano de 1862 a 1867; el carruaje de uso diario de Maximiliano y Carlota fue más tarde utilizado para el servicio del presidente Benito Juárez, y la Carroza de gala de los emperadores Maximiliano y Carlota.


sala introductoria


Cien años transcurrieron entre la Guerra de Independencia y el inicio de la Revolución Mexicana. El siglo XIX fue para el país un duro periodo de formación, en el que se afianzaron sus ideales liberales y progresistas.

De entre la multitud de eventos que tuvieron lugar en aquel siglo sobresalen tres decisivos: en 1846-1848, la pérdida de la mitad del territorio como resultado de la invasión estadounidense, que definió el actual perfil geográfico de México; más tarde, con la victoria de Benito Juárez sobre

Maximiliano en 1867, el país entró de lleno en la senda republicana y constitucional. Por último, el Porfiriato, de 1876 a 1911, significó el reconocimiento internacional del país y el impulso inicial de su modernización económica. Como escenario de todos estos acontecimientos, el Castillo de Chapultepec siempre tuvo un papel relevante.

Durante el gobierno de Maximiliano Habsburgo, las mujeres aún lucían faldas amplias, cuyo vuelo respondía a la suma de varias prendas empleadas a la vez: pantaloncillos al tobillo, enaguas de ranela, refajo a la rodilla y falda almidonada.

Sala de lectura

Maximiliano en Miravalle: Fernando Maximiliano José fue el segundo hijo del príncipe Francisco Carlos, hijo de Francisco, emperador de Austria. Como varón de la casa de Habsburgo, Maximiliano fue educado bajo el lema de la familia: “Austria est imperare orbi universo” -Austria imperará sobre todo el universo-. En su juventud, Maximiliano se desempeñó como oficial de la Marina de Guerra y luego fue nombrado gobernador general de Lombardía y Venecia.

En el puerto de Trieste, Maximiliano construyó el castillo de sus sueños al que llamó Miramar. Cuando conoció Chapultepec, decidió llamar Miravalle a su nuevo palacio, en cuyas terrazas podría dedicarse a leer y escribir tanto decretos y otras disposiciones como su correspondencia oficial y personal.

 

Este espacio en otros tiempos...

Observatorio • Habitación del segundo astrónomo • 1877

Residencia presidencial (Manuel González) • Sala de billar • 1882

Residencia presidencial (Porfirio Díaz) • Sala de billar • 1906

Residencia presidencial (Abelardo Rodríguez) • Billar • 1932

Salón de juegos

Las horas de ocio: Al margen de los asuntos de Estado, los habitantes de la residencia buscaban momentos de esparcimiento y diversión. En el Alcázar, los gobernantes mataban el tiempo con una partida de boliche o de billar, o sostenían con sus invitados un encuentro de naipes o de ajedrez. Los tapices que adornan la sala representan personajes dedicados al juego del trompo, el balero, el bádminton y los bolos. Fueron realizados en Francia y regalados por Napoleón III a Maximiliano con motivo de su cumpleaños, que se celebraba el 6 de julio.

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Observatorio • Habitación del segundo astrónomo • 1877

Residencia presidencial (Manuel González) • Sala de “tresillo” (cartas) • 1882

Residencia presidencial (Porfirio Díaz) • Saloncito de juegos • 1906

Residencia presidencial (Abelardo Rodríguez) • Sala de juego • 1932

Fumador

: En esta sala, amueblada y decorada con piezas de procedencia china, japonesa y de la Compañía de Indias holandesa, el humo del tabaco y el espíritu del licor creaban una atmósfera propicia para discutir las cuestiones que ocupaban las mentes de los invitados a la residencia presidencial. Tras compartir una mesa abundante, mientras las mujeres se retiraban a tratar asuntos domésticos y a comentar las noticias de sociedad, los hombres solían reunirse a  esolver los problemas de sus negocios y de los destinos del país.

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Observatorio • Habitación del segundo astrónomo • 1877

Residencia presidencial (Manuel González) • Sala de fumar • 1882 Residencia

presidencial (Porfirio Díaz) • Fumador • 1906

Residencia presidencial (Abelardo Rodríguez) • Salón fumador • 1932

Comedor

El gobernante a la mesa: Compartir el alimento significa integrar al invitado en el ámbito familiar y es común que los momentos relevantes de la vida individual se celebren con un convite a la vez íntimo y festivo. Al presidir la mesa, el gobernante hace gala de su generosidad y refuerza su carácter de padre de familia.

La chimenea y los aparadores de este comedor —de cedro, caoba, metal y mármol— fueron realizados por el artista Pedro Téllez Toledo por órdenes del presidente Díaz, quien encargó la decoración del salón al escultor

Epitacio Calvo.

Los muebles están coronados por el monograma de la República Mexicana. Se exhiben elementos del servicio de comedor de Maximiliano, de plata Christofle, así como piezas de cristalería pertenecientes a Porfirio Díaz.

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Observatorio • Habitación del segundo astrónomo • 1877

Residencia presidencial (Manuel González) • Comedor • 1882

Residencia presidencial (Porfirio Díaz) • Comedor • 1906

Residencia presidencial (Abelardo Rodríguez) • Comedor • 1932

En los sótanos de esta ala se encontraban las cocinas y áreas de servicios domésticos.

Antecomedor

Además de sus ocupantes ilustres, el Alcázar albergó a decenas de sirvientes cuyas labores hicieron posible el funcionamiento de las instalaciones y la atención de las  necesidades de sus habitantes. Día tras día, desde tempranas horas de la mañana, en los sótanos y en la planta baja del edificio se daban cita ayudantes de cámara, personal de limpieza y mantenimiento, amas de llaves, cocineros, lavanderas y meseros, cuyos nombres carecen de lugar en los libros de historia. A los costados de esta sala, una escalera y un montacargas hacían llegar las viandas desde la cocina, ubicada en el sótano, hasta la mesa del comedor que ocupa este nivel.

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Residencia de Maximiliano • Cocina • 1866

Observatorio • Habitación del director • 1877

Residencia presidencial (Manuel González) • Antecomedor • 1882

Residencia presidencial (Porfirio Díaz) • Antecomedor • 1906

Residencia presidencial (Abelardo Rodríguez) • Antecomedor • 1932

Escalera Interior

La comodidad del hogar: La apertura de esta escalera durante el periodo de gobierno del presidente Manuel González (1880 a 1884), contribuyó de forma notable a convertir el Alcázar en una residencia cómoda con espacios accesibles. Las habitaciones del presidente y su esposa, ubicadas en el piso superior, se comunicaron mediante esta escalera con las salas de recepción y el comedor localizados abajo. La escalera de los leones se reservó al recibimiento de los invitados, mientras que las escalinatas del esbelto torreón sureste y de detrás del comedor se utilizaron para la circulación de la servidumbre. La circulación entre las dos plantas y el sótano se complementó con un elevador eléctrico, para uso exclusivo del presidente y su familia.

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Residencia de Maximiliano • Salón de billar (parcial) • 1866

Observatorio • Dirección del Meteorológico • 1877

Residencia presidencial (Manuel González) • Escalera • 1882

Residencia presidencial (Porfirio Díaz) • Escalera particular • 1906

 

Sálon de los Gobelinos

Nostalgia por Europa: Al evocar las tradiciones familiares, las casas nobles de Europa demostraban su abolengo y enriquecían sus estancias con obras de arte y piezas de fino diseño. En este salón, los retratos de Maximiliano y Carlota, realizados por Albert Graefle en 1865, están acompañados por los de los monarcas franceses Napoleón III y su esposa Eugenia de Montijo, que fueron sus tutores.

El propio Napoleón III obsequió a Maximiliano la sala de madera de avellano estilo Luis XV, en cuyas tapicerías de gobelino de Aubusson se reproducen escenas de las fábulas escritas por Jean de La Fontaine. Los pianos, uno francés y otro inglés, pertenecieron a Maximiliano y a su esposa.

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Residencia de Maximiliano •Habitaciones de empleados y guardarropa • 1866

Observatorio •Habitación del director • 1877

Residencia presidencial (Manuel González) • Habitación del ama de gobierno • 1882

Residencia presidencial (Porfirio Díaz) • Sala baja • 1906

Sálon de Té

Carlota en Chapultepec: Según el ceremonial de la corte, Carlota gozaba de la compañía de varias damas elegidas entre las familias más notables de México. Durante su estancia en Chapultepec, fundó casas de beneficencia para las clases menesterosas, organizó recepciones y convivió con sus damas, pero no dejó de participar de forma activa en los asuntos políticos del país. Cuando Maximiliano viajaba al interior, dejaba las riendas del gobierno en manos de Carlota, quien presidía los consejos, daba audiencia a los ministros, recibía a los embajadores en los salones oficiales y dictaba órdenes e instrucciones.

Cuando los problemas de su gobierno se agravaron, ella decidió acudir a las cortes europeas y al papa Pío IX en busca de ayuda, que no consiguió.

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Residencia de Maximiliano • Habitaciones de empleados • 1866

Observatorio • Habitaciones del director • 1877

Residencia presidencial (Manuel González) • Recámara • 1882

Residencia presidencial (Porfirio Díaz) • Boudoir, salón privado • 1906

Residencia presidencial Abelardo Rodríguez) • Salón • 1932

Recámara de Carlota

La recuperación del palacio: Entre las distintas residencias de Maximiliano estaban el Palacio Imperial (hoy Nacional), el de Chapultepec y la Quinta Borda, en Cuernavaca. Cada una de ellas fue decorada con tapices, alfombras, vajillas y ornamentos europeos cuya adquisición significó gastos excesivos para las arcas personales y públicas. Cuando Maximiliano abandonó la Ciudad de México previendo el fin de su gobierno, a finales de 1866, ordenó el desmantelamiento de sus palacios. Se inició entonces una larga historia de pérdidas y reencuentros. La recámara francesa de estilo Boulle que aquí se muestra, fue adquirida por el presidente Manuel González, quien la creyó perteneciente a Carlota. La cama de latón de Maximiliano y otros objetos fueron parte del mobiliario abandonado en el Castillo tras su muerte.

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Residencia de Maximiliano • Habitaciones de empleados • 1866

Observatorio • Habitación del director • 1877

Residencia presidencial (Manuel González) • Recámara • 1882

Residencia presidencial (Porfirio Díaz) • Recámara azul • 1906

Residencia presidencial (Abelardo Rodríguez) • Recámara de Carlota • 1932

Gabinete de Aseo

Hábitos de salud y limpieza: Las intenciones del gobierno de Maximiliano de “situar a México en los adelantos de la civilización” lo llevaron a renovar los servicios públicos, entre los que se hallaban los ductos de agua potable —que sustituirían al popular “aguador”, quien cargaba el agua de las fuentes públicas a todos los rincones de la ciudad—, el desagüe del Valle de México, el empedrado de calles y su iluminación con gas. En aquel entonces, para bañarse se utilizaban tinas o artesas con el auxilio de aguamaniles y jofainas.

En el Alcázar, adonde el agua llegaba desde los manantiales del cerro a lomo de mula o en carretas, Maximiliano y Carlota contaban cada uno con un gabinete para su aseo e higiene personal.

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Residencia de Maximiliano • Habitación de la dama de cámara • 1866

Observatorio • Habitación del director • 1877

Residencia presidencial (Manuel González) • Gabinete de aseo • 1882

Residencia presidencial (Porfirio Díaz) • Baño • 1906

Residencia presidencial (Abelardo Rodríguez) • Baño • 1932

Sala de estar

María Carlota Amelia, princesa de Bélgica, tenía diecisiete años cuando casó con Maximiliano. Proveniente de una familia de reyes (su prima Victoria era soberana de Inglaterra), fue educada con esmero en los principios de la religión católica, la ciencia, el arte y la política.

Antes de viajar a México, estudió con detenimiento la historia y las descripciones del país que se habían publicado en Europa, y su interminable curiosidad sobre las costumbres locales irritaba a sus damas de compañía mexicanas, educadas para la vida en el hogar. Lejos de preocupaciones domésticas, en sus momentos de retiro Carlota pensaba en cómo gobernar el territorio y educar a sus habitantes.

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Residencia de Maximiliano • Guardarropa • 1866

Observatorio • Habitaciones del director • 1877

Residencia presidencial (Manuel González) • Recámara • 1882

Residencia presidencial (Porfirio Díaz) • Salón • 1906

Residencia presidencial (Abelardo Rodríguez) • “Salón Chino” • 1932

Salón de Acuerdos

Un castillo para el museo: Lejos de traer tranquilidad al país, la salida de Porfirio Díaz rumbo a Europa, en mayo de 1911, no pudo evitar la prolongación de la Revolución Mexicana, que dio origen al Estado mexicano moderno. Los presidentes siguieron ocupando el Castillo como residencia y transformaron a su gusto las fachadas y habitaciones. En este salón los gobernantes recibían a los miembros de su gabinete para discutir y resolver los asuntos públicos. El presidente Lázaro Cárdenas trasladó su casa oficial a Los Pinos y entregó el Castillo al pueblo de México, en 1939, para que en él se estableciera el Museo Nacional de Historia, que abrió sus puertas en 1944.

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Observatorio • Habitaciones del meteorólogo • 1877

Residencia presidencial (Manuel González) • Secretaría particular • 1882

Residencia presidencial (Porfirio Díaz) • Acuerdos del señor presidente • 1906

Residencia presidencial (Abelardo Rodríguez) • Salón de acuerdos • 1932

Antesala de acuerdos

Los presidentes y sus acuerdos: Una visita de trabajo a la casa presidencial debió reservarse sólo para los asuntos más urgentes de la vida pública; la mente inquieta de quienes esperaron en esta sala para entrevistarse con el mandatario encontraba un sitio de descanso en la amplitud de la terraza y en el perfil de las montañas del valle que se dominan desde este sitio.

El éxito del pabellón del México porfiriano presentado en la Exposición Internacional de París de 1889, profuso en decoraciones que evocaban las culturas prehispánicas, fue un buen ejemplo de la nueva moda nacionalista en la que proliferaron las iconografías mayas y aztecas. Tal estilo se  manifiesta en objetos artísticos y decorativos como el óleo “Moctezuma recibe a los mensajeros” de Adrián Unzueta (1893), y en los muebles de inspiración maya realizados ya en el siglo XX.

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Observatorio • Habitaciones del meteorólogo • 1877

Residencia presidencial (Manuel González) • Huéspedes • 1882

Residencia presidencial (Porfirio Díaz) • Sala del teléfono • 1906

Residencia presidencial (Abelardo Rodríguez) • Sala de espera • 1932

Escalera de los Leones

En 1878, al ampliarse la terraza del Castillo para adaptar sus instalaciones al Observatorio Astronómico, Meteorológico y Magnético Nacional, se abrió en este sitio un nuevo acceso a la planta alta, en donde se ubicarían los instrumentos científicos de la institución.

Más tarde, por iniciativa de Porfirio Díaz, aquel acceso fue transformado en concordancia con la dignidad de la casa presidencial: se construyó así una nueva escalera, realizada en mármol blanco con pasamanos de latón. Años después, hacia 1915, la escalera fue remodelada por instrucciones del presidente Venustiano Carranza; el acceso al jardín quedó resguardado por vitrales emplomados, obra del pintor Saturnino Hernán y a partir de entonces, el tramo central quedó flanqueado por las esculturas de leones que le dan su nombre actual.

Sala de la batalla de Chapultepec

La invasión norteamericana

El Castillo de Chapultepec fue escenario de uno de los capítulos más sensibles en la historia de México: la batalla final de la guerra entre México y Estados Unidos a mediados del siglo XIX. La invasión tuvo su origen en el interés de Estados Unidos por extender su espacio nacional a costa de las tierras norteñas mexicanas y dominar, incluso, el litoral del Océano Pacífico.

Apoyados en la doctrina “Destino Manifiesto” los estadounidenses, como pueblo elegido, buscaron consolidar su poderío en el continente, pues la expansión territorial era considerada condición indispensable para su desarrollo económico.

Teniendo como antecedentes el apoyo a la separación de Texas y su posterior anexión a los Estados Unidos, en 1846 el Congreso estadounidense declaró la guerra a México, argumentando la invasión ilegal del Ejército Mexicano en su territorio. Los enfrentamientos armados culminaron con el asalto al Castillo de Chapultepec el 13 de septiembre de 1847. Un año más tarde, en 1848, se firmó el tratado de Guadalupe Hidalgo, mediante el cual se cedieron los territorios al norte del Río Bravo. Muchos fueron los mexicanos civiles y militares que perdieron la vida durante la invasión, de algunos sabemos sus nombres, pero muchos más permanecen en el anonimato; todos ellos, sin embargo, forman parte de nuestra memoria.

Recámara de Porfirio Diaz

Porfirio Díaz en Chapultepec: La familia presidencial tenía su residencia en la casa número 8 de la calle de La Cadena (hoy Venustiano Carranza), que ocupaba la mayor parte del año, y durante el verano frecuentaba el Castillo de Chapultepec, que fue adaptado para realizar lujosos bailes y recepciones.

Desde su juventud, Porfirio Díaz mantuvo el hábito de levantarse de madrugada, realizar ejercicios de gimnasia y practicar la natación. A tempranas horas dictaba órdenes y recibía a sus ministros en Palacio Nacional, sede oficial de la presidencia. Y cuando los asuntos públicos se lo permitían, salía de la Ciudad de México hacia Querétaro, Michoacán o Jalisco a dedicarse a una de sus diversiones favoritas: la cacería.

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Observatorio • Altazimut y primer vertical • 1877

Residencia presidencial (Manuel González) • Secretaría particular • 1882

Residencia presidencial (Porfirio Díaz) • Habitaciones del presidente • 1906

Recámara de Carmen Romero Rubio

Un modelo de distinción: Hija de un destacado militar de corriente política adversa al presidente Díaz, Carmen, su esposa, “reunía cualidades capaces de rendir el corazón más exigente”. Educada, elegante, discreta y piadosa, doña Carmelita ganó para Porfirio la aceptación de algunos de los sectores más reacios a su gobierno. Aunque siempre cuidó de mantenerse alejada de los asuntos políticos del presidente, contribuyó a mejorar su imagen pública y no dudó en interceder a favor de los necesitados que buscaban su ayuda. Su recámara, importada de Francia como la de su esposo, refleja en su austeridad y elegancia el gusto por las modas europeas que fue adoptado no sólo en su casa, sino por las clases altas del país.

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Residencia de Maximiliano • Recámara de Carlota • 1866

Observatorio • Dirección del Observatorio • 1877

Residencia presidencial (Manuel González) • Estudio del presidente • 1882

Residencia presidencial (Porfirio Díaz) • Saloncito • 1906

Despacho de Carmen Romero

Don Porfirio y Carmelita: Porfirio Díaz Mori, viudo, de cincuenta y un años de edad, entonces ministro de Fomento, y Carmen Romero y Castelló, de diecisiete, celebraron su matrimonio civil y religioso en noviembre de 1881, y se mantuvieron unidos hasta la muerte del general, ya en el exilio en París, en 1915. Aunque no tuvieron descendencia, con ellos vivieron los hijos de don Porfirio —Luz, Porfirio y Amada— así como algunos de sus dieciséis nietos.

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Residencia de Maximiliano • Sala de trabajo de Carlota • 1866

Observatorio • Biblioteca y calculadores • 1877

Residencia presidencial (Porfirio Díaz) • Salón • 1906

Galería de Emplomados

Fertilidad y abundancia: En los vitrales emplomados que dan su nombre a esta galería se expresan la predilección por el arte europeo del siglo XIX y las fuentes grecolatinas en las que éste, a su vez, abrevaba. Los vitrales, fabricados en París por encargo de Porfirio Díaz hacia 1900, muestran las elegantes figuras de cinco diosas que encarnan en la mitología los atributos femeninos.

De derecha a izquierda, sus efigies son las de Pomona, diosa que patrocinaba las cosechas de frutos; Flora, cuya belleza se iguala a la de las flores que abren en primavera; Hebe, portadora del néctar divino que otorga la eterna juventud; Diana, deidad cazadora, patrona de la fertilidad y el nacimiento; y Ceres, quien preside sobre la agricultura, el grano y el amor que una madre profesa por sus hijos. Irónicamente, las figuras escondieron a los ojos de la mayor parte de la población del país —sumida entonces en la pobreza y el desencanto— la fastuosidad de los salones interiores.

Salón de Embajadores

Las grandes recepciones: Durante la estancia de Porfirio Díaz en la Presidencia, las relaciones internacionales del país conocieron un periodo de fortalecimiento que atrajo inversiones extranjeras, consideradas necesarias para modernizar a la nación. Los salones del Castillo de Chapultepec recibieron en varias ocasiones a los diplomáticos de otros países, donde gozaban de la hospitalidad de la familia presidencial.

Esta estancia, conocida también como “Salón de Embajadores”, fue decorada al estilo francés, con elementos barrocos y neoclásicos, por el artista Epitacio Calvo. El mobiliario, de estilo Luis XVI y la alfombra —realizada por la casa Aubusson con una vista del Castillo—, fueron fabricados en  Francia.

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Residencia de Maximiliano • Salón de Carlota y Salón de billar • 1866

Observatorio • Departamento y Dirección del Meteorológico • 1877

Residencia presidencial (Manuel González) • Sala de fiestas y anexo • 1882

Residencia presidencial (Porfirio Díaz) • Gran salón • 1906

Despacho del Presidente

Un estudio en casa: Porfirio Díaz cursó el bachillerato en el Seminario Tridentino de su natal Oaxaca, ciudad donde siguió la carrera de Leyes. A lo largo de su vida, siempre encontró momentos para la lectura y el estudio — aunque nunca corrigió algunos errores de ortografía—. Entre los libros de su biblioteca se encontraban obras históricas y de jurisprudencia, tanto como libros en los que se exaltaban la paz y progreso alcanzados durante su gobierno.

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Residencia de Maximiliano • Estudio de Carlota • 1866

Observatorio • Departamento Meteorológico • 1877

El jardín de Alcazar

“Construir castillos con terrazas ajardinadas”, fue la definición de felicidad que Maximiliano expresó en alguna ocasión. Profundo conocedor de la arquitectura y la jardinería palaciegas de su época, y aficionado a la botánica, en la terraza del Castillo encontró un sitio para hacer realidad su sueño.

Alrededor de este jardín íntimo, bordeado por corredores con techos ligeros sostenidos sobre delgadas columnas de hierro, Maximiliano escuchaba y dictaba su correspondencia. Al igual que en los palacios europeos de la época, el jardín interior se integraba visualmente a un parque exterior, aquí el bosque de Chapultepec.

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